En verano de 2020 hubo cerca de 300 incendios y más de 300.000 hectáreas quemadas en el Sur de Siberia, una extensa región en la que estos incendios no deberían ser frecuentes debido a su clima subártico (también llamado subpolar).
Sin embargo, en estas latitudes casi heladas, el calentamiento global viene provocando un progresivo deshielo del permafrost (suelo helado), y la menor humedad en los suelos propician un escenario propenso para los incendios en época estival, cuando ascienden las temperaturas. Además, en los últimos veranos se venía produciendo un aumento de la temperatura media y este año habían subido 10 grados más de lo normal en algunos territorios siberianos.
Además, en el año 2018 ardieron más de 20.000 hectáreas en Suecia, con un clima similar al de Siberia y con una gran superfície forestal y una importante industria maderera. Sufrió incendios con temperaturas totalmente anómalas, llegando a los 35ºC en Estocolmo y una gran escasez de lluvias durante el verano.
Pero la situación es más preocupante si cabe, en países más cálidos, que vieron incrementada la sequía acompañada de grandes oleadas de incendios. Destacan los de Chile en 2017, Australia en 2019 y California en 2020, aunque en este último estado americano, ya se vienen registrando cifras históricas cada año desde 2015.
En estas zonas la situación es parecida: escasez de precipitaciones, aumento de temperaturas y suelos secos. Pero además del clima, hay que añadir otras posibles causas antrópicas como el aumento de las zonas urbanizadas y el abandono de los montes. Lo que hace que estos incendios se repitan año tras año arrasando matorrales y árboles jóvenes con facilidad y obliguen a la población a evacuar sus casas.
Pero sin duda, la ola de incendios que causó más impacto en el mundo se produjo en la selva del Amazonas, principalmente en la perteneciente a Brasil, durante el año 2019. En total ardieron unos 2,5 millones de hectáreas de selva en Brasil, Perú, Bolivia y Paraguay, según Greenpeace.
Además de ser impactantes los datos de la superficie arrasada, es llamativo que se produzcan incendios de tal magnitud en esta zona de clima tropical húmedo. Y esto es debido al paulatino incremento de la deforestación por talas descontroladas en zonas dispersas para usos agrícolas. Ya que la masa forestal amazónica deja de estar protegida frente a los vientos secos en verano que ayudan a propagar el fuego.
Y también la práctica de quemas agrícolas para limpiar maleza es una causa a tener en cuenta en todos estos territorios, ya que un porcentaje de esas quemas pueden descontrolarse, nuevamente debido al viento seco.
Estas prácticas se siguen realizando en muchos países de todo el mundo, sobretodo en Sudamérica, en el Sudeste Asiático y en el África tropical, como el Congo o Zambia que sin tener una extensa superficie forestal, también registran una gran cantidad de incendios.
Sistema de información geográfica sobre incendios forestales de la NASA |
Aunque el cambio climático es una de las principales causas que contribuyen al aumento de los incendios, hay otras razones que varían según el territorio, donde los incendios pueden ser más o menos frecuentes o excepcionales.
En los últimos años son frecuentes los incendios también en el sur Europa, y ya no se dan solamente en verano, sino también en primavera y otoño. Fueron especialmente graves los de Portugal en 2017, donde murieron 64 personas, y los de Grecia en 2018, donde hubo 102 fallecidos.
En Portugal se habló de intereses urbanísticos y madereros, se relacionó el eucalipto como especie invasora y pirófita, y el gobierno prometió prohibir su plantación. Un debate muy parecido existe un poco más al norte, en Galicia, en donde hay una gran superficie de monte y una buena parte de ella, arde año tras año.
Aquí la principal causa es el abandono del medio rural. A lo largo de la historia, hubo épocas de sequías y de incendios, pero no eran tan frecuentes ya que el medio rural estaba trabajado y la gestión y conservación del monte era fundamental. Del monte se obtenían muchos recursos tales como madera, frutos, plantas, ramas, etc… tanto para el auto-consumo humano como para la ganadería.
Sin embargo el problema ahora es que en Galicia, al igual que en Portugal, el monocultivo de eucalipto ha ido expandiéndose no sólo en el monte, sino cerca de casas y carreteras, en zonas donde crece la vegetación de forma abandonada y donde antes había prados y campos de cultivo.
Pero además, en Galicia muchas de las zonas que arden cada año son siempre las mismas y la mayor parte de éstas no son superficies de eucalipto, sino de monte bajo (arbustos, matorrales, etc.). Incluso algunas son espacios protegidos de interés ambiental, con lo cual, además de las causas climáticas favorables para la propagación de incendios, entran aquí también los intereses urbanísticos y forestales para la recalificación del suelo.
Para ello, además de una gestión preventiva, es fundamental una ordenación territorial y forestal. El control de especies invasoras, evitar el exceso de las pirófitas, y permitir la compatibilidad de usos, estableciendo zonas de uso forestal y agrícola, zonas de uso ambiental y turístico, etc… en las áreas de montaña, para frenar el éxodo campo-ciudad / interior-costa y el consecuente abandono que sigue en aumento.
Es imprescindible proteger nuestros bosques (los pulmones de la Tierra) y al mismo tiempo frenar el abandono del medio rural, para adaptarse a las consecuencias del calentamiento global.
¿Se puede hacer? No queda otra.